Hablar de sociedad implica hacerlo, en muchas ocasiones, de salud. Y la salud es un concepto muy amplio que nunca debemos darlo por cubierto aunque creamos que vivimos en un país que cuenta con un fantástico sistema de salud público. La salud pública no lo cubre todo y uno de los ejemplos que mejor lo ponen de manifiesto es el que tiene que ver con la salud mental, que ha sido una gran olvidada en los sistemas públicos de salud no solo de España, sino también de todo el mundo. Está claro que mucha gente ha tenido que buscar una solución en otros campos para lidiar con estos problemas.
Estamos hablando, además, de uno de los problemas que se han visibilizado en los últimos tiempos pero que ha estado ahí siempre. Entra dentro de lo normal que una persona haya tenido momentos de depresión a lo largo de su vida, y que haya tenido ansiedad como consecuencia de una situación determinada. Durante toda la vida, el remedio a eso ha sido el de aguantar a que dejara de arreciar el chaparrón, pero está claro que eso ya ha pasado y que ahora sí que contamos con vías para la resolución efectiva de esos problemas en tiempo y forma.
En una información que vio la luz el pasado mes de marzo en el diario El Mundo se indicaba que el 40% de los españoles creía que su salud mental no era buena. Y la verdad es que no iban mal desencaminados. El estilo de vida que estamos empezando a asumir, con unas jornadas laborales que nos obligan a pasar más de la mitad del día fuera de casa y con una presión desmedida y que es consecuencia directa de lo rápido que giran las cosas a día de hoy, es lo que está haciendo que la mayoría de la gente se sienta demasiado vulnerable en un periodo de la Historia como el que estamos viviendo.
Una noticia de RTVE también se hizo eco de un asunto como del que venimos hablando, catalogando que la mala salud mental de los españoles era la pandemia que se encontraba detrás de la pandemia. Según esa noticia, más de 2’1 millones de personas tenían algún cuadro depresivo y el 5% tenía diagnosticada ansiedad. Y ojo, porque no todo esto tenía que ver directamente con la irrupción del coronavirus en nuestras vidas. Hay problemas de índole mental que se encuentran de manera permanente en nuestra vida y que tenemos que resolver. En caso contrario, está claro que nuestra calidad de vida se va a ver severamente perjudicada.
Existen multitud de razones por las cuales una persona puede mostrar un cuadro de ansiedad o por las que puede padecer depresión o estrés. Laura Gaya asegura, además, que no ha habido más motivos en la historia reciente para tener algún problema con cualquiera de esas cuestiones. Y es que no solo es el trabajo o los problemas familiares los que nos los provocan, sino también la soledad, que cada vez afecta a una mayor cantidad de gente (a los ancianos, que son un grupo clásico con este problema, y también a los jóvenes, que vienen creciendo sorprendentemente en cuanto a número en ese sentido).
La soledad es uno de los grandes problemas a los que se enfrenta la población en estos momentos. Las personas mayores la llevan padeciendo un tiempo puesto que, cuando fallece su pareja, tienden a quedarse en casa sin que su familia acuda a visitarles a diario. En el caso de los jóvenes, está por ver si ese sentimiento de soledad está por acrecentarse o no. En este sentido, debemos indicar que buena culpa de ello la tienen unas redes sociales que parece que ofrecen un sentimiento de conexión social pero que no pueden suplantar a la sensación de sentirnos físicamente cerca de la gente a la que queremos.
No estigmatizar a ningún colectivo es clave
Si estigmatizamos a un colectivo que tenga un alto grado de posibilidades de padecer depresión o cualquiera de los problemas de los que hemos venido hablando, está claro que aumentaremos el riesgo de que su situación empeore. Hay que tener tacto con este tipo de asuntos y no cabe la menor duda de que la sociedad ha avanzado mucho en este sentido, si bien es cierto que queda bastante camino por recorrer todavía.
Como es lógico, es de justicia que solicitemos que ningún colectivo sea estigmatizado. No lo debería ser con independencia de su idiosincrasia, pero menos aún si estamos hablando de uno de esos grupos que tiene un cierto riesgo con respecto a su salud. Por tanto, solo cabe pedir el máximo de los respetos para un sector de población que tiene delante uno de los grandes problemas que se pueden tener en la vida: un problema mental.